miércoles, 21 de julio de 2010

Matando el Hambre

La calle estaba apagada, las luces que alguna vez brillaron, aparentaban más oscuridad.
El frío se sentía, por un viento rápido que movía las hojas caídas de ese Otoño, y la niebla que apenas dejaba ver el pavimento, cubría todos los autos estacionados.
Un relámpago atravezó el cielo con su luz, un trueno atravezó una nube con su estruendo.
Silencio absoluto...
Millones de gotas callendo, una tras otra, y de manera aleatoria, limpiando los rastos de tierra.
Relámpagos, Truenos, Rayos, Ruidos, Agua... Un Diluvio, demasiado fuerte.
A travéz de una ventana, contemplaba la escena de la naturaleza, el hombre sedentario, mientras se ponía sus botas.
Primero la izquierda, luego la derecha, pisando fuerte con ambas, una vez que se calzó de ellas.
Atravezó el cuarto en la oscuridad, y entró a la cocina.
Pisando los azulejos fríos, se acercó a un aislado cajón de la mesada.
Lo abrió, y pudo ver su reflejo, en el haz de filo de ese cuchillo deshuesador, que yacía solitariamente, recostado en uno de sus lados.
Lo tomó sin pensarlo por el mango, y se quedó mirándolo.
Sonrió.
Ella ya estaba asustada en un rincón, separada de los demás, sabiendo que terminaría mal...
Lloraba sécamente, y paralizada vio al hombre acercarse...
Él se sentó a la mesa, poniéndolos a treinta centímetros de distancia.
Él la miró fuertemente... Ella se quedó inmovil.
Furioso, ¡EL Hombre Levantó el Cuchillo!

Y le puso manteca, a la rebanada de pan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario