lunes, 26 de julio de 2010

El Coco de los Cocos

La madre acostó en su cama al hijo, lo tapó y besó en la frente, terminando la escena del
día con un ´Buenas Noches´.
La puerta se cerró y el jóven Tomás quedó en la oscuridad de su cuarto.
Con los ojos fijos mirando para arriba, el niño no lograba conseguir el sueño, y la oscuridad completa lo asustó cuando la luz del dormitorio de sus padres se apagó.
En plena penumbra, se tapó con su frazada la cara, temiendo que lo peor pasara.
La ventana estaba abierta, y el aire pasaba delicadamente, provocando un aullido en toda la calle, que hacía a Tomás, pensar en un lobo solitario, cantando a la luz de la luna.
Un rechinido se escucho del propio cuarto, él hundió más su cabeza dentro de sus sábanas, y tras segundos de silencio ensordecedor, hechó un vistazo.
La puerta del armario se había abierto.
Tímidamente, Tomás miró, y se petrificó al ver como una mano lanuda y flaca, con uñas largas y descuidadas, salía detrás de esa puerta.
´No tengo miedo´ se replicó en el interior de su cama, pero un tanto indeciso por lo que haría, levantó todo su torso, y la cabeza se quedo quieta y fija en una imagen. Ahí estaba, el Coco de los Cocos, un niño humano sonriendo diabólicamente.
Tomás se levantó asustado y gritando, y al instante las luces se prendieron.
´¿Estás bien hijo?´, le pregunto su peludo padre a su no tán peludo hijo.
´Si papá, tuve una pesadilla, un humano salía del armario, y venía por mi.´

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